martes, 4 de junio de 2013

Salteado de Botargas y Mascaritas

¿Os imagináis un lugar en el que muchos días al año duerme más gente en el hotel rural que en todas las casas del pueblo?¿Un lugar donde el color en forma de máscara y el ruido irrumpen un día al año desde las montañas en un culto a la madre tierra? Pues ese homenaje a la paz, al silencio roto un día al año por la tradición está en la provincia de Guadalajara, a escasos cien kilómetros de Madrid, vamos a tiro de piedra, y el sitio se llama Almiruete, aunque se me vienen a la cabeza algunos pueblos más… Guadalajara tiene estas cosas.




La ruta que proponemos hoy nos lleva a la falda del Pico Ocejón. Un apéndice de la sierra de Ayllón donde se resguardan un ramillete de localidades que tienen en común el color de sus fachadas y tejados: el negro. Son los Pueblos Negros o Pueblos de la Arquitectura Negra, cuyas casas se diluyen en el paisaje. Como todo el mundo sabe, o debería de saber, estás viviendas están construidas de pizarra, y forman una ruta conocida y muy visitada que recomiendo, pero que no encaja con el sentido de este blog. Desde estas líneas apostamos por el detalle, por ese rincón y esa visita que nos aporte algo poco habitual. Por eso no hablo en esta ocasión ni de Campillo de Ranas, ni de Valverde de los Arroyos ni de Majaelrayo, las “capitales” de la Sierra Negra. A cada uno de ellos volveré por separado. Hoy vamos a detenernos en Almiruete, un pueblo de fachadas de piedra, pero no de pizarra, al que se llega por buena carretera, como podemos comprobar en el mapa a pie de página.


 Que nadie piense que Almiruete es una localidad por descubrir. Muchos otros la vieron antes. Personajes conocidos como Miguel Bosé, Jaime de Armiñán o Elena Santonja fueron pillados con las manos en la masa recorriendo estas calles y durmiendo en las casas que adquirieron en propiedad. Almiruete se presta al descanso del guerrero y a la mimetización con el paisaje. Hasta aquí no llegan las miradas molestas ni el acoso de los paparazzi, esto es otra cosa, aquí se viene a descansar y a disfrutar. Desde Almiruete uno puede organizarse la jornada con una interesante ruta senderista por los alrededores, visitando el Chorrerón, un salto de agua de más de cinco metros de altura, no es mucho, pero es precioso; subir a la Cabeza de Almiruete, desde donde se ve una de las vistas más hermosas de la falda del Ocejón, o acercarse hasta la Peña Blanca o a la ermita de los Enebrales en las inmediaciones de Tamajón. Los hay que incluso, con fuerza, valor y buenas viandas se atreven hasta subir al Pico Ocejón… Pero eso es mucho decir. Se tome el camino que se tome, incluso el del coche para dar una vuelta por el resto de los pueblos de alrededor, hay tres cosas que yo recomiendo hacer cuando llegues a Almiruete: pasear todas las calles del pueblo, visitar el Museo de las Mascaritas y comer la carne y la verdura del Restaurante El huerto del abuelo.


 Vamos por partes. Las calles de Almiruete están en cuesta, son desiguales en su forma y, por supuesto, no están hechas para pasear ligero. Por sus hechuras, se ve que están pensadas para ir despacio, entreteniéndose en mirar aquí y allá… Fijándonos en ese gato que dormita sobre el alfeizar de una ventana, en aquella puerta de madera de sabina que tiene más arrugas que la cara de un serrano, huellas de sabiduría y verdad…. O en ese huerto que se abre hueco entra la fachada de una casa y el barranco que mira al valle. Almiruete es un pueblo que huele a pueblo, sobre todo en invierno cuando humean las chimeneas… O ahora, en primavera, que la jara está blanca y mancha de flor de nieve las laderas del Ocejón, haciendo que todo se impregne de campo. En Almiruete, el sábado de Carnaval, un grupo de hombres y mujeres del pueblo se visten de blanco y, tapándose el rostro con una máscara, recorren las calles del pueblo. Ellos son Botargas, ellas Mascaritas.






A su paso por las casas, procedentes de la montaña, hacen sonar unos enormes cencerros, llamando a los vecinos a congregarse en la plaza, donde descargan una gran cantidad de pelusas blancas y papelillos, que no son otra cosa que el símbolo de la fertilidad de la tierra, como anuncio de una primavera que no tardará de llegar. Una tradición milenaria que sigue viva gracias al empeño de un pueblo que sabe que esta fiesta, declarada de Interés Turístico en los años ochenta del pasado siglo, es uno de los principales reclamos para el turismo, una oportunidad para que otros conozcan como son las gentes de la sierra. A lo largo de los años, se han elaborado cientos de caretas que poseen un denominador común: tienen que estar confeccionados con productos naturales: troncos de árbol, piedras, hojas secas, huesos… la imaginación no tiene límites. Con todas esas obras de arte popular, junto a imágenes, vestidos y utensilios usados por los protagonistas del Carnaval de Almiruete se ha elaborado un Museo. Está hecho y pensado con gusto, alma y rigor, puede visitarse los sábados, aunque si algún día vais y lo encontráis cerrado no dudéis en pedir la llave, que siempre habrá algún vecino dispuesto a enseñároslo encantado. ¡Hacedlo, merece la pena!




Pero Almiruete no sólo huele a campo, también sabe a campo. Desde el año 2003, año en que se abrió el Hotel Spa Restaurante “El huerto del abuelo”, quienes visitan Almiruete pueden comer, y comer bien, en un local que, con un enorme sacrificio abre todos los días del año. En casa de Alberto la gente no sólo acude a descansar, a relajarse y a inyectarse naturaleza en vena, sino que cada vez está siendo más conocido por su filete de ternera en salsa de boleto. Carne de la sierra, de aquí al lado, de Guadanorte, y boletos cogidos en Almiruete y los pueblos de alrededor, todo natural, todo con sabor a sierra. Si a eso le añadimos un salteado de verduras del huerto o unas setas en temporada, unas croquetas de jamón, unas migas de pastor hechas al estilo de Almiruete y una tarta de queso o un bizcocho borracho casero, estaréis conmigo en que la ruta que os propongo hoy es toda una tentación. 
Comer y viajar por Guadalajara tiene estas cosas, donde menos te lo esperas salta la Botarga!

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