martes, 18 de febrero de 2014

Tu pueblo será bonito pero el mío es...¡¡Cogolludo!!


La frase que encabeza este texto tendría que haber ganado algún premio nacional de “eslogan turístico”. Me parece genial. Soy un enamorado de Cogolludo, tiene paisaje urbano y natural sugerente y se puede visitar de muchas formas. Hay quien prefiere ver el pueblo con los ojos y se detiene en las filigranas de la fachada del palacio de los Duques de Medinaceli, una de las joyas del Renacimiento europeo; o se extasía ante las pinceladas precisas del Capón de Palacio, cuadro pintado por Ribera, “El Españoleto”, que puede admirarse en la monumental iglesia de Santa María. 




Los hay que recorren Cogolludo con el estómago, deteniéndose en el noble arte del cabrito asado que puede disfrutarse en los numerosos restaurantes de la villa. Hoy os invito a ver Cogolludo con los oídos, escuchando el sonido del agua. Pasearemos de fuente en fuente, una buena excusa para no quedarse en la plaza y callejear por un pueblo lleno de cuestas y de sorpresas: un castillo y su nevero, dos monumentales iglesias y un conjunto palaciego, que sorprende por dentro y por fuera. Un consejo, antes de emprender camino, entrad en la oficina de turismo, junto al Ayuntamiento, allí os informan de todo y os indican las visitas guiadas, si preferís esa opción.





Según los estudiosos, en Cogolludo hubo veintisiete fuentes y cincuenta torres, hoy sólo queda en pie la Torre de la Huerta. Todas estaban hechas con piedra de sillería e incrustadas en la muralla que rodeaba el pueblo, que llegó a contar con dieciséis ermitas y más de veinte cofradías. Los restos de piedra están repartidos por las casas del pueblo formando parte de las fachadas y esquinas, salpicando de arte e historia cada paso.




Mejor suerte corrieron los bloques que formaban la fuente que había en los jardines del palacio. Con ellos se hizo en los años setenta la Fuente de la Niña, conocida popularmente como la de los Chorritos, ubicada a la entrada del pueblo, unos metros antes de pisar la plaza, cerca de las tapias de lo que fue un monasterio y hoy es el cementerio. De todo ello me enteré hace tiempo mientras subía por la Ronda acompañado de Juan Luis Pérez Arribas, un hombre menudo y sabio, de grata conversación, sin duda la persona que más y mejor ha estudiado la historia y el arte de Cogolludo, y ha paseado cada rincón del término municipal.



Mientras recorremos el pueblo buscando las fuentes, aprovechamos para disfrutar de todos los monumentos que nos encontramos a nuestro paso: casas con soportales, ermitas, iglesias… Pocas fuentes tienen  “usía”, como dicen por estas tierras, como para dar nombre a una plaza. “La de Abajo” tiene su placa en uno de los rincones, tal vez el más famoso de todos los de la villa. Un tal Juanito Herranz obtuvo en los años cincuenta el Premio Nacional de Fotografía con una imagen de esta fuente con las torres de las iglesias de Santa María y San Pedro al fondo. Desde entonces esta foto se ha repetido hasta la saciedad.



Hoy las fuentes en nuestros pueblos ya no tienen uso, se han convertido en pequeños monumentos alegres en los que a veces repiquetea el agua. También han perdido su función social, como centro de tertulia. Junto a los pilones de las fuentes se avivaba la charla de las vecinas mientras llenaban el cántaro; o bajo el pretexto de ir a por agua, la moza se veía con su novio que, tras una dura jornada de trabajo, volvía presuroso a la fuente para abrevar a las mulas, donde le esperaba ella, llenando una vez tras otra el botijo, que parecía no tener fondo.



Desde la fuente de Los Chorritos se sube a la Plaza Mayor. Un consejo: entrad al palacio, por favor. En medio de la plaza se encuentra una fuente con cuatro caños. Es de estilo barroco, su pilar es circular y está formado por piedras talladas. Durante muchos años, esta fuente no sólo fue testigo de los acontecimientos más importantes que acaecieron en la villa, sino que era parte integrante de la fiesta y refugio de mozos cuando soltaban los novillos.





Con todo su peso histórico, no es ésta la fuente más antigua de Cogolludo. La más vieja es la Fuente del Caño. “Ytem dos rreales que se dieron a Marcos Adrado por que linpiase la fuente del Caño”. Este texto es del año 1595 y en él se basa Pérez Arribas para otorgar a este manadero el título de más antiguo. El agua nace bajo las rocas que hay al otro lado del camino y por eso sus aguas son las más frescas de todas. A sus pies está el lavadero, lugar resguardado y bien soleado donde las mujeres lavaban la ropa. A su lado una almazara tristemente perdida de la que todavía podrían rescatarse algunas piedras de valor.




Además de estas fuentes urbanitas, los vecinos de Cogolludo tienen predilección por los alrededores de las fuentes de la Pililla y la Zarcilla. Un paseo agradable y muy frecuentado, sobre todo en verano. Se trata de un  camino bordeado por espinos, zarzamoras y endrinos que  lleva hasta la fuente y dice la leyenda que el forastero que bebe de sus aguas se casa con una moza del pueblo. Preguntad y acercaos.
La Fuente del Puente Repica, muy cerca de las anteriores, ha desaparecido con las obras de la carretera de Atienza. Otras desaparecieron hace tiempo como la fuente del Juego de Bolos, en la Plaza Mayor, la Fuente de los Conejos, a la entrada del pueblo y la Fuente del Piojo. Pero aún quedan dos más entre sus calles: la del Lavadero Nuevo que se construyó en 1955 y  la de San Antón, la más buscada por los rebaños de ovejas y cabras.




Pero si abundantes son las fuentes urbanas de Cogolludo, diez, no lo son menos las fuentes o manantiales campestres que se hallan diseminados por su término municipal. La principal es la Fuentencina que es la única que tiene pilar. Está ubicada en un barranco que atraviesa el camino de Aleas, casi en el límite del término de Cogolludo. Visitar esta fuente es un buen pretexto para dar un largo paseo. El manantial existía desde antiguo, hasta que se recogieron sus aguas y se construyeron dos pilares, uno para mulas y otro para cabras y ovejas.



Entre las ermitas de la Soledad y San Isidro está la fuente de la Montarrona, que sólo mana en época de lluvias copiosas, como este año. Luego está la de Fontezuelas, donde antes solían ir a lavar las mujeres, y más allá la de San Agustín, en el desaparecido poblado que llevaba su nombre. Por el camino de Aleas está la fuente de Santa Marina que abastece ahora a una urbanización, y más hacia el sur la de Cabeza de Gallo.



Por el camino de Espinosa están la de la Pradera, la del Berral, la del Val, y cerca de ésta la del Charquillo y la de la Teja. Hacia le Norte, en la falda del Otero, se halla la fuente de la Calera. Otro grupo de fuentes se localiza alrededor del río Aliendre. Cogolludo bien merece una visita, lo tiene todo: monumentos en sus calles; paisaje de presierra que invita al paseo y un ramillete de restaurantes  donde se sirve uno de los mejores cabritos de España. Ya sabéis: agua, ajos, sal, horno, buena leña y carne de la zona, nada más. De acompañamiento lechuga y un vaso de tinto Finca Río Negro y ¡a vivir que son dos días. Si apostáis por el turismo enológico ajustad previamente una vista a las bodegas de la Finca Río Negro. Como se dice por allí: “¡Tu pueblo será bonito, pero el mío es Cogolludo!” y arrastran la “g” como si fuera una “j” con una descarada doble intención.


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