martes, 20 de enero de 2015

Ascenso al balcón de La Muela



En medio de la llanura campiñera, entre la Meseta y el Ocejón, hay tres montañas, tres pequeños, muy pequeños, “kilimanjaros” que se alzan sobre los limpios campos de olivo y cereal: el cerro de Hita, La Muela y El Colmillo.



 El nombre de los dos últimos suena a guasa, pero no tienen otro nombre, así los han llamado desde siempre los vecinos de estas tierras y los que se asomaban desde el rostro de la meseta, allá en la Alcarria Alta. Un mosaico geométrico. Una pirámide, un trapecio y un cono. Un colmillo con su muela y un cerro histórico de cuyo castillo, en la punta, apenas quedan restos. Acercaos un día a Trijueque y desde el Mirador del Cid, os podéis asomar y veréis como llevo razón.





Hoy, os propongo una ruta ascendente acompañada de un  puñado de ilusiones: el ascenso a la Muela de Alarilla, donde el hombre sigue subiendo para intentar volar. Si medimos desde abajo del cerro, donde se juntan dos ríos vitales para esta provincia y para la vecina Madrid: el Sorbe y el Henares, La Muela alcanza los mil metros de altura. Si alzamos la vista, la montaña se alza como una pared terrosa de difícil acceso, ideal para lanzarse al vacío con paracaídas, claro está. Hasta allí subieron los primeros pobladores de estas tierras y en lo más alto construyeron su poblado, al resguardo de los enemigos y con buenas vistas hacia el horizonte. Hasta allí subiremos nosotros también.



Hoy, La Muela es una conocida pista de despegue para los aficionados al vuelo libre. Parapentes y alas delta merodean en torno a la falda de la montaña como los buitres lo hacen ante su presa, en círculos y sin perder la verticalidad.


Subir hasta la Muela apenas nos llevará media hora por una pista hormigonada a la que se podría acceder en coche, pero yo os propongo que lo hagáis andando y disfrutéis del paisaje que se va abriendo a lo lejos, según ascendemos. No tiene pérdida, el camino arranca desde la última calle del pueblo, la más alta, y va zigzagueando hasta alcanzar la cima. Cualquiera puede subir.



Siendo una de las atalayas naturales más antiguas de la provincia, desde su cumbre se ven, al norte, Humanes, Tamajón y las estribaciones de la sierra. Al oeste El Colmillo y el valle del Sorbe en la distancia. Bajo nuestros pies el pueblo de Alarilla, con su iglesia renacentista en lo más alto.




 Si recorremos el perímetro de este balcón y miramos al sur, veremos el cerro de Hita y la cornisa de la meseta, Trijueque, Gajanejos y la senda de Rebollosa. Al este, las cárcavas del Henares, que baja veloz hasta la capital regando una vega fértil donde el ladrillo y las canteras desplazan a las huertas.



 Cuatro puntos cardinales y cuatro paisajes distintos desde un balcón privilegiado donde una cruz y un monumento recuerdan a los valientes muertos en su arriesgado deporte. Volar, la asignatura pendiente del hombre, es mucho más fácil desde La Muela. Sentir el azote del viento en la cara, dejarse caer y luego flotar mientras el aire tira de las cuerdas hacia el cielo, debe ser lo más parecido a despegar las alas y jugar con las corrientes sintiéndose el dueño del espacio. Nosotros no llegaremos a tanto, pero os aseguro que disfrutaréis viendo media provincia bajo vuestros pies.



Para comer os aconsejo acercaos a dos pueblos cercanos: Hita y Humanes. En Hita podéis disfrutar de la cocina casera, la buena legumbre, el asado y la carne a la parrilla de La posada de Rosa. Si optáis por ir a Humanes, sin duda Restaurante Meléndez, buen arroz, buena fabada y buen pescado.



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